617 LUCES DE BOHEMIA (ESCENAS DEL MINISTRO) - VALLE INCLÁN DIEGUITO: El Señor Ministro ahora trabaja. Sin embargo, voy a entrar. MAX: Y yo con usted. DIEGUITO: ¡Imposible! MAX: ¡Daré un escándalo! DIEGUITO: ¡Está usted loco! MAX: Loco de verme desconocido y negado. El Ministro es amigo mío, amigo de los tiempos heroicos. ¡Quiero oírle decir que no me conoce! ¡Paco! ¡Paco! DIEGUITO: Le anunciaré a usted. MAX: Yo me basto. ¡Paco! ¡Paco! ¡Soy un espectro del pasado! Su Excelencia abre la puerta de su despacho y asoma en mangas de camisa, la bragueta desabrochada, el chaleco suelto, y los quevedos pendientes de un cordón, como dos ojos absurdos bailándole sobre la panza. EL MINISTRO: ¿Qué escándalo es éste, Dieguito? DIEGUITO: Señor Ministro, no he podido evitarlo. MAX: ¡Un amigo de los tiempos heroicos! ¡No me reconoces, Paco! ¡Tanto me ha cambiado la vida! ¡No me reconoces! ¡Soy Máximo Estrella! EL MINISTRO: ¡ Claro! ¡Claro! ¡Claro! ¿Pero estás ciego? MAX: Como Homero y como Belisario. EL MINISTRO: Una ceguera accidental, supongo... MAX: Definitiva e irrevocable. Es el regalo de Venus. EL MINISTRO: Válgate Dios. ¿Y cómo no te has acordado de venir a verme antes de ahora? Apenas leo tu firma en los periódicos. MAX: ¡Vivo olvidado! Tú has sido un vidente dejando las letras por hacernos felices gobernando. Paco, las letras no dan para comer. ¡Las letras son colorín, pingajo y hambre! EL MINISTRO: Las letras, ciertamente, no tienen la consideración que debieran, pero son ya un valor que se cotiza. Amigo Max, yo voy a continuar trabajando. A este pollo le dejas una nota de lo que deseas... Llegas ya un poco tarde. MAX: Llego en mi hora. No vengo a pedir nada. Vengo a exigir una satisfacción y un castigo. Soy ciego, me llaman poeta, vivo de hacer versos y vivo miserable. Estás pensando que soy un borracho. ¡Afortunadamente! Si no fuese un borracho ya me hubiera pegado un tiro. ¡Paco, tus sicarios no tienen derecho a escupirme y abofetearme, y vengo a pedir un castigo para esa turba de miserables, y un desagravio a la Diosa Minerva! EL MINISTRO: Amigo Max, yo no estoy enterado de nada. ¿Qué ha pasado, Dieguito? DIEGUITO: Como hay un poco de tumulto callejero, y no se consienten grupos, y estaba algo excitado el maestro... MAX: He sido injustamente detenido, inquisitorialmente torturado. En las muñecas tengo las señales. EL MINISTRO: ¿Qué parte han dado los guardias, Dieguito? DIEGUITO: En puridad, lo que acabo de resumir al Señor Ministro. MAX: ¡Pues es mentira! He sido detenido por la arbitrariedad de un legionario, a quien pregunté, ingenuo, si sabía los cuatro dialectos griegos. EL MINISTRO: Real y verdaderamente la pregunta es arbitraria. ¡Suponerle a un guardia tan altas Humanidades! MAX: Era un teniente. EL MINISTRO: Como si fuese un Capitán General. ¡No estás sin ninguna culpa! ¡Eres siempre el mismo calvatrueno! ¡Para ti no pasan los años! ¡Ay, cómo envidio tu eterno buen humor! MAX: ¡Para mí, siempre es de noche! Hace un año que estoy ciego. Dicto y mi mujer escribe, pero no es posible.