606 LAS COÉFORAS (FRAGMENTO) - ESQUILO
CLITEMNESTRA: ¡Desgraciada de mí! Comprendo el enigma. Pereceremos por el engaño,
como por el engaño dimos muerte. ¡Tráiganme pronto una hacha extermi-
nadora de hombres, de dos filos! Sepamos si hemos de vencer o ser venci-
dos. A tal límite hemos llegado.
ORESTES: ¡También te busco a ti! Pagado está el otro.
CLITEMNESTRA: ¡Infeliz de mí! ¡Muerto estás, Egisto muy amado!
ORESTES: ¿A tal hombre amas? Con él dormirás, en el mismo túmulo, sin hacerle traición, aunque esté muerto.
CLITEMNESTRA: ¡Detén la mano, hijo mío! ¡Respeta el seno en que tantas veces dormiste y cuya leche nutricia sorbieron tus labios!
ORESTES: ¡Pílades! ¿Qué he de hacer? Temo matar a mi madre.
PÍLADES: ¿Y qué harás de los oráculos de Loxias, pronunciados en Pito, y de tus promesas sagradas? Más vale tener por enemigos a los hombres todos antes
que a los Dioses.
ORESTES
La fuerza está de parte de tus palabras, y bueno es tu consejo... ¡Tú,
sígueme! Quiero matarte junto a aquel hombre. En vida, por ti prevaleció
contra mi padre; muerta, ve a dormir con el hombre a quien amas, cuando
odiabas al que debiste amar.
CLITEMNESTRA: ¡Te crié, y ahora quisiera envejecer!
ORESTES: ¡Así, pues, tú, exterminadora de mi padre, habías de vivir conmigo!
CLITEMNESTRA: La Moira, hijo, es la única culpable.
ORESTES: La Moira es también la que va a degollarte.
CLITEMNESTRA: ¿No temes las maldiciones de la madre que te concibió, hijo mío?
ORESTES: ¡Me concebiste, y me arrojaste a la miseria!
CLITEMNESTRA: ¿Te arrojé al enviarte a la hospitalidad de una morada?
ORESTES: ¡Vendido fui por dos veces, yo, hijo de padre noble!
CLITEMNESTRA: ¿Y dónde está el precio que recibí?
ORESTES: Vergüenza me daría nombrártelo.
CLITEMNESTRA: No te avergüences; mas di también las culpas de tu padre.
ORESTES: No acuses al que penaba lejos, mientras tú permanecías sentada en la
casa.
CLITEMNESTRA: ¡Infelicidad grande es para una mujer estar lejos del marido, hijo mío!
ORESTES: El trabajo del marido alimenta a la mujer sentada en la casa.
CLITEMNESTRA: Así, pues, hijo mío, ¿te place matar a tu madre?
ORESTES: ¡No soy yo quien te mata, eres tú misma!
CLITEMNESTRA: ¡Mira! Teme a las iras furiosas de una madre.
ORESTES: ¿Y cómo evitaré la de un padre, si no le vengo?
CLITEMNESTRA: Así, pues, viva, ¿me lamento en vano al borde de la tumba?
ORESTES: El asesinato de mi padre te impuso este destino.
CLITEMNESTRA: ¡Infeliz de mí! Concebí y crié esta sierpe. ¡Verdad decía el sueño que me
dio espanto!
ORESTES: Muerte diste al padre, y el hijo te la dará.
EL CORO DE LAS COÉFORAS: Lloremos aún este doble asesinato. Orestes, que tanto sufriera, acaba de
poner colmo a tantos crímenes. Empero, demos gracias con nuestras preces porque no se haya extinguido el ojo de estas moradas.