526. ARTÍCULO DE OPINIÓN – A TI TAMBIÉN – ME TOO – TEXTO PERIODÍSTICO – EDUCACIÓN EN VALORES
A TI TAMBIÉN - LORENZO SILVA
El cómico estadounidense Bill Cosby (c) es escoltado a su salida del tribunal del condado de Montgomery en Norristown, Pensilvania (EE.UU.), el 25 de septiembre de 2018.
A ti también te ha llegado la hora. Es, muy posiblemente, lo último que imaginabas cuando en el pleno uso y disfrute de tu poder extendías las manos, y lo que no son las manos, hacia tu presa acorralada, encogida y muerta de miedo. Es lo que tiene el abuso de superioridad sobre otro: cuando se ejerce no es común considerar un horizonte temporal en el que esa asimetría, esa ventaja inapelable sobre el débil, deje de estar presente. Pero el tiempo pasa, las condiciones cambian, y en este siglo XXI en el que las mutaciones se producen de forma brusca y sin previo aviso -que les pregunten a los que solían viajar a Suiza a llevar billetes, a los que creían que las viviendas se revalorizaban sin límite, a los que se pensaron que Crimea era Ucrania-, puede suceder que las tornas se inviertan de un día para otro.
Es, sin ir más lejos, lo que te ha sucedido a ti, que antaño te regocijabas en tu impunidad, hecha a partes iguales de esa intimidación sin fisuras que podías proyectar sobre tus víctimas, la vergüenza que las embargaba después de haber pasado por tus manos y la inercia de un sistema poco amigo de molestar a gente tan influyente como tú por las denuncias y los gimoteos de alguna criatura histérica y de apariencia poco equilibrada.
De la noche a la mañana, ya no intimidas nada, quien se avergonzaba se yergue impávida y el sistema está deseoso de prestarle oído. La presunción de inocencia reforzada con que te enfrentabas en otro tiempo a las acusaciones se ha visto reemplazada por su opuesto: una presunción de culpabilidad de la gente como tú, esa que tenía a decenas de seres vulnerables a su merced y que, como se ha visto, propendía a caer en la dulce tentación.
Han caído como moscas, tus congéneres. Productores de cine habituados al casting táctil, antes y después de la selección de la starlette de turno. Profesores cegados ante la facilidad que representaba tener a personitas a medio hacer, de ambos sexos, bajo su responsabilidad y autoridad docente. Sacerdotes que en el trato con la feligresía más joven vieron una oportunidad de oro para sacudirse los sinsabores y molestias del celibato. Hasta el mismísimo Bill Cosby, el gran y amable patriarca televisivo de toda una generación, ha desfilado con las pulseras de acero puestas camino del talego, por beneficiarse del ascendiente casi irresistible, y más cuando recurría a sustancias adormecedoras, que según la justicia utilizaba para doblegar la resistencia de las cervatillas que entraban, incautas, en su claro del bosque.
Quién se lo iba a decir, cuando se tomaba las medidas para la suntuosa camisa o el impecable traje con que acude a la vista que lo despacha a prisión, y cuya americana ya no porta en el momento ominoso de verse empujado sin miramientos, así se las gasta la policía del lugar, al interior del furgón policial. Sus ojos desorbitados, la mirada de pánico y estupor con que camina rumbo al averno, retratan en la forma más acabada posible la desorientación espectacular, el sensacional vuelco que la vida ha dado para él y para ti y para tantos que no contaron con que el daño que uno pudo impedir y decidió en cambio hacer, el mal que habiendo podido no se abstuvo uno de infligir a otro, tiene una enojosa tendencia a regresar a por uno, y la habilidad de hacerlo en el peor momento, cuando uno ya no es tan fuerte, cuando lo tiene todo en contra y ya nunca más a favor.
Todo en la vida, muchacho, hay que saberlo hacer, y los que toman el camino demasiado fácil acaban pagando antes o después las consecuencias. Mientras te enfrentas a tu calvario, puedes envidiar a quienes acertaron a tomar las precauciones debidas para no verse en la que tú te ves. Aprovecharse del débil para desahogarte se paga... salvo que aciertes a hacerte elegir presidente o a postularte como el juez vitalicio que el presidente necesita colocar para asegurar adecuadamente sus asuntos.