269. MILAGRO XI DE "MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA" DE GONZALO DE BERCEO
Había en una tierra - un hombre labrador,
que usaba de la reja - más que de otra labor;
más amaba la tierra - que amaba al Creador;
era de muchos modos - hombre revolvedor.
Hacía malas obras – las hacía en verdad:
cambiaba los mojones - por ganar heredad;
hacía en todas formas - robos y falsedad,
tenía mala fama - entre su vecindad.
Quería, aunque era malo, - bien a Santa María,
oía sus milagros - y todos los creía;
saludábala siempre, - decíale cada día:
«Ave gratia plena - que pariste al Mesías.»
Murió el arrastrapajas - de tierra bien cargado,
en soga de diablos - fue luego cautivado;
lo arrastraban con cuerdas, - de coces bien sobado,
el duplo le cobraban - el pan que hubo robado.
Se apenaron los ángeles - de este alma mezquina
por cuanto la llevaban - diablos tan aína
quisieron socorrerla, - ganarla por vecina,
mas para hacer tal pasta – les faltaba la harina.
Si les decían los ángeles – de bien una razón,
ciento decían los otros - malas, que buenas non;
los malos a los buenos – los tienen en rincón,
el alma por sus pecados - no salía de prisión.
Mas se levantó un ángel, - dijo: «Yo soy testigo,
verdad es, no mentira, - esto que ahora yo os digo:
el cuerpo, el que traía - el alma ésta consigo,
fue de Santa María - su vasallo y amigo.
Siempre la mencionaba - al comer y a la cena,
le decía tres palabras: - Ave, gratia plena.
La boca que decía - tan santa cantilena
no merece yacer - en tal mala cadena.»
Apenas que este nombre - de la Santa Reína
oyeron los diablos, - huyeron tan aína,
se derramaron todos - igual que una neblina,
desampararon todos -la pobre alma mezquina.
Los ángeles la vieron - ser tan desamparada,
con los pies y las manos - de sogas bien atada,
estaba como oveja - que yaciera enzarzada;
fueron y la llevaron - junto con su majada.
Nombre tan adorado, - lleno de virtud tanta,
el que a los enemigos - les persigue y espanta,
no nos debe doler - ni lengua ni garganta
que no digamos todos: - Salve, Regina santa.